A lo largo de los años, la sociedad ha ido modificando las formas y modelos de constituirse; esto, sin lugar a dudas, incluye al sistema familiar por ser el primer grupo del que formamos parte. Anteriormente nos encontrábamos con familias numerosas en las que participaban miembros de hasta 3 generaciones continuas, es decir, abuelos, padres e hijos, hoy la situación es otra. Nos encontramos frente a familias reconstruidas, monoparentales, adoptivas, homosexuales y de padres divorciados; esta última es la que hoy nos ocupa.
Una demanda constante en la consulta proviene de padres o madres que han decidido por alguna razón, o muchas, divorciarse y su interrogante es “Me divorcie y ahora ¿qué pasará con mis hijos?” La respuesta a dicha pregunta no es tarea fácil, ya que ésta viene después de una serie de complicaciones.
Primero, porque para los padres siempre es doloroso aceptar que han fracasado como tales, debido a las expectativas que se tienen sobre el ser familia y, por tanto, buscan mil y una excusas para no enfrentar la realidad, mientras llega ese momento, lo segundo; es que uno de los hijos es quien paga las culpas de los padres. Los padres llegan a consulta con la intención de que se atienda al niño que tiene problemas en la escuela, que no obedece, que es rebelde, agresivo, que no respeta, etcétera; lo que es real pero, no la base del problema, sin embargo, es que siempre se hace referencia a que los hijos son los más afectados y esta es la forma en que lo expresan.
Debemos tener en cuenta que el divorcio traerá consigo una serie de cambios en la dinámica que se tenía establecida, lo que sin duda desequilibrará el aspecto psicológico, físico y social de cada uno de sus miembros, incluyendo la de los padres, quienes finalmente son los que deciden divorciarse. Y justo al tomar esta decisión, los padres deben considerar los siguientes aspectos:
La comunicación: Elemento esencial en toda relación humana, la comunicación siempre debe ser clara, directa y asertiva. Los hijos no son el medio para tomar acuerdos entre los padres con respecto a lo económico o la custodia, pues esto les genera angustia, sobre todo si la relación entre los padres sigue siendo hostil y conlleva a una confrontación entre las partes.
El enojo: Sentimiento que genera frustración y agresión. Cuando los padres se divorcian, generalmente se quedan enojados entre sí e involucran en este sentimiento a los hijos. Tienden a desvalorizar frente a ellos al padre contrario, por consiguiente, afectan suautoestima, su confianza y su seguridad.
Las ganancias secundarias: Esta es una de las situaciones más comunes. Cuando los padres se divorcian suelen condescender a los hijos con respecto a sus necesidades a fin de enmendar su falta, por ejemplo: ser más permisivos o comprar cosas, confundiendo el amor con diversión para remediar el mal. El problema radica en que los hijos comienzan a actuar por conveniencia, sin respetar reglas ni límites, lo que a futuro se verá reflejado en la autonomía, el sentido de responsabilidad y la productividad.
La estabilidad: Si bien hablamos que el cambio genera inestabilidad, los padres deben propiciar que los roles, las jerarquías y los límites sean precisos, y que la relación entre sí (papás e hijos) sea recíproca. El padre que tiene la custodia de los hijos debe promover la interacción entre el padre que no vive en casa y los hijos, de tal forma que se haga presente en el desarrollo de los mismos, ello favorece a su desarrollo psicológico y emocional porque sigue siendo parte de sus vidas.
La culpa: Todos los miembros experimentan este sentimiento. Los padres, por tener que tomar la decisión y hasta qué punto ellos son responsables de la situación antes, durante y después del divorcio. Por su parte, los hijos suelen tener la fantasía de ser culpables de la ruptura debido a su mal comportamiento, sus exigencias o su actitud. La opción para evitar un sentimiento de culpa fantasmal en los hijos será que los padres hablen con claridad sobre la decisión tomada y no envistiendo la realidad.
Estos sólo por mencionar algunos, pero no perdamos de vista que siempre el concluir un proyecto o cerrar un ciclo es doloroso. Por ello, es fundamental que los padres que se divorcien aprendan a aceptar, a resignificar y reconstruir su estabilidad para así brindar estabilidad a sus hijos.
Por: Psic. Cynthia Saenz Alonso
Es increíble y doloroso el ver cómo cuando un matrimonio se disuelve no entiende la pareja o alguno de ellos que se divorcian ellos, como pareja; más nunca de los hijos. Los hijos son una responsabilidad llena de amor para siempre. No se vale que los pongan a unos contra los otros. Por lo regular es el hombre el que se desquita y renuncia o se hace el amnésico respecto a las responsabilidades que tiene para con los hijos, no tomando en cuenta que ellos no tienen la culpa y por lo tanto no tienen porqué cargar con esa lápida en la que se convierte la lucha entre la pareja. Debería la ley ser más estricta y hacer cumplir hasta con cárcel a los individuos que no son responsables y no cumplen con sus obligaciones morales, éticas, amorosas etc. respecto a sus vástagos quienes no pidieron venir a este mundo.
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