Hay momentos de la vida en donde el sello está en el desconcierto. No es que sean “momentos malos”, en estricto sentido. No es que pases por grandes sufrimientos o graves problemas, sino que simplemente ves pasar los días y sientes, muy en el fondo de ti, que no estás evolucionando, que no creces.
La nota predominante es la rutina. Cada día es muy parecido al anterior y aunque no tienes que pasar por grandes sobresaltos, tampoco logras entusiasmarte realmente con nada. No consigues activar tu fuerza vital y tampoco tienes ganas de intentarlo.
“La vida nunca es estancamiento. Es movimiento constante, movimiento sin ritmo, pues nosotros como cambiamos constantemente. Las cosas viven moviéndose y ganan fuerza mientras lo hacen.”
Has llegado incluso a acostumbrarte a los problemas que antes te inquietaban. Si tienes una relación mediocre o nociva, dejas de pretender que sea mejor. Si tu trabajo no te satisface, te resignas y sobrellevas lo que hay. Ni avanzas, ni retrocedes: estás atascado.
¿Estás atascado? ¿No avanzas?
El estancamiento es un estado en el que no logras ponerte en contacto con tus sentimientos y emociones más genuinas. De ahí que tampoco sientas un verdadero impulso hacia la acción, hacia propiciar algún cambio que te enriquezca y haga más significativo el hecho de vivir. Éstas son las señales que indican que te encuentras atascado:
- No sientes entusiasmo. Haces todo como mecánicamente y procuras no pensar mucho en ello. No quieres complicarte.
- No quieres comprometerte con nada. Te limitas a cumplir con lo que se te pide, tanto en el plano laboral, como en el plano personal. Pero no quieres implicarte demasiado.
- Eludes los desafíos. Frente a un posible reto, o a una novedad, te haces a un lado. No te interesa ponerte a prueba, ni le ves sentido a ello.
- Sientes fatiga casi todo el tiempo. Una de tus frases favoritas es “estoy cansado”. Y es verdad, físicamente te sientes sin energía. Te parece que tu cuerpo es pesado y fácilmente caes en la somnolencia.
- Tu rutina es demasiado estructurada. Haces casi todo, cada día, de la misma manera. Los mismos horarios, el mismo recorrido, las mismas conversaciones.
- Rechazas todo lo nuevo. Cualquier novedad te parece una incomodidad innecesaria. No quieres invertir tu esfuerzo en adaptarte a algo que desconoces.
- Sientes pereza y aburrimiento, de manera constante. Bostezas mucho y anhelas que “te dejen quieto”, que nada te invite a movilizarte. Casi todo te aburre, pero más te aburre pensar en un cambio.
- Justificas tu actitud, incluso con mentiras. Construyes una serie de “razones” falsas para sustentar tu inactividad y miedo al cambio. Inventas excusas para justificar tu estancamiento.
Si no avanzas, devuélvete
Cuando pasas por una de esas etapas de estancamiento, seguramente hay un dejo de tristeza, o de ira, o de ambas, en el trasfondo de la situación. El hecho de que estés atascado significa que, aunque no te des cuenta, hay algún asunto por resolver en tu vida.
La depresión encubierta es como un pequeño animal que roe constantemente y te roba energía vital. Se trata de un rumor sordo que ejerce un gran peso sobre la percepción del día a día. Como si le pusieras un velo gris a la realidad y contemplaras todo a través de esa distorsión de color.
Nada te parecerá suficientemente interesante, porque no lo estás mirando directamente.
La ira, a su vez, es una de las emociones más paralizantes. Cuando se queda enquistada en tu interior, opera corroyendo las demás emociones. La ira reprimida te vuelve rígido, sarcástico y negativo. Te lleva a sentir una especie de desprecio por todo lo que te rodea y contribuye a que nada te despierte interés. Mina tus relaciones con las demás personas y, a largo plazo, afecta tu salud.
Las etapas de estancamiento deben mirarse con cuidado. A veces exigen solamente un proceso de toma de conciencia y un replanteamiento de las condiciones en las que se vive. Otras veces, en cambio, son una señal de que se hay una crisis que comienza a desatarse.
Por eso, cuando sientas que no puedes avanzar, lo mejor es que te devuelvas. Estás atado a alguna situación del pasado que no ha sido superada del todo y que sigue incidiendo en tu presente. Es cierto que la vida no es un jardín de rosas, ni una fiesta de todos los días. Pero, por otro lado, es en realidad lo único y lo más valioso que tienes.
Vivir sin vivir no es una opción. El tiempo de existencia es muy corto como para desperdiciarlo en rutinas inútiles y relaciones insatisfactorias. Tu paz y tu felicidad son el único objetivo por el que en verdad debes jugarte a fondo. La quietud hay que dejársela a los muertos
Imágenes cortesía de Christian Schloe
La Mente es Maravillosa