La delicadeza es actuar y hablar de manera considerada y amable con los demás.
Es hacer uso de nuestro autocontrol para no herir ni ofender a nadie.
Ser delicado significa ser muy cuidadoso.
Se ve que eres delicado con las personas en la manera como les hablas.
Ser delicado con las cosas o con los animales significa tener cuidado de su duración o bienestar.
Delicadeza es cortesía.
Es importante ser cortés con los que convives a diario y no sólo con las personas que ves por primera vez, para que no se cumpla ese dicho de “Donde hay confianza, da asco”.
Decir: “por favor”, “gracias”, “perdona”, “no hay de qué” no son meramente palabras.
Son expresiones que dan a conocer a las personas delicadas.
Las personas que son bruscas, irónicas o contundentes asustan, confunden y perjudican a las otras personas.
¿Cómo se practica?
La delicadeza se practica en primer lugar “mirando para dentro” y tomando la decisión de no herir ni ofender a nadie.
A continuación, aprendes a controlarte a ti mismo, tu cuerpo, tu mente y el tono de tu voz.
Es decir, procuras ser cuidadoso.
Reparas en lo que hacen tu cuerpo, tus manos y tus piernas y haces un esfuerzo por moverte con cuidado.
Cuanto estés enojado o te sientas herido, en lugar de dar gritos, emplea tu palabra razonada para hablar abierta y tranquilamente.
Controlarte a ti mismo hace que no perjudiques a la persona que te ha puesto furioso.
Concentra todos tus pensamientos en el amor y en la amabilidad: los demás verán claramente la delicadeza reflejada en tus ojos.
La verdadera delicadeza se lleva dentro, se nace con ella, se aprende en el Hogar. Sino es así es por demás.
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