Cuando el alma se pudre, así comenzaba un artículo que leí de paso en la red en un blog, trataba sobre la crueldad que a veces demuestra el ser humano para con sus congéneres. Sin embargo, creo que esta expresión va mucho más allá de la simple crueldad, refleja algo mucho más profundo que se manifiesta externamente mediante conductas crueles destinadas a dañar premeditadamente al prójimo.
Asumamos que tenemos tres instancias en nuestro ser: el cuerpo físico, el alma, y el espíritu.
Esta última, el espíritu, incorruptible, inmemorial, impoluta, conexión directa del Creador, en un plano superior a los otros dos. recoge las experiencias vividas y al volver al orígen las fusiona con el Todo.
El primero, el cuerpo físico, aquel envoltorio que tan bien conocemos y que tanto cuidamos y mantenemos, pensando que es lo único, y lo que vale. Cuando en realidad es todo lo contrario: efímero pedazo de materia que mantenido forme por un instante insignificante de la temporalidad, sólo sirve para acercanos y contactarnos con este nivel de la materia. El mundo de lo físico, de lo sensorial, de lo temporal.
El segundo, el alma, es aquella a la que se refirió ese casual escritor con su título: Cuando el alma se pudre. ¿Porqué me ha significado tanto a mi?, pues por que sencillamente es esa alma la identidad de nuestro ser. El alma, inmaterial como es, comprendida en un plano etéreo que comunicase directamente con espíritu y cuerpo, sirve de intérprete y reservorio de los conocimientos, experiencias, vivencias, sensaciones, sentimientos, pensamientos y anhelos de nuestra mente material, de nuestro cuerpo material. En tanto no retorne al orígen nuestro espíritu, el alma es el elemento común en nuestro camino temporal por la Creación, es el hilo conductor de nuestra existencia transcendente y atemporal.
Pensar que ese conductor se haya podrido, es simplemente dramático, quita la esperanza de la vida, nos plantea nuevamente el dilema entre lo bueno y lo malo, el bien y el mal. Si el alma se corrompe y se pudre, ¿habrá esperanza para ella, habrá esperanza para nuestro ser trascendente? ¿Existirá la redención, la cura, el purgatorio, la expiación?
Si el alma se pudre, ¿habrá tenido razón de ser la Creación? ¿Cuantas almas se pudrirán remediable o irremediablemente?
En fin, un título -cuando el alma se pudre- que vuelvo a repetir, me hizo pensar. Más aún, cuando uno ve tanta maldad en el mundo, tanta ambición, tanta angurria, tanto desenfreno, tanto odio, tanto abuso, tanto de cosas tan malas que parecería que lo bueno es tan malo, que por malo no valdría nada.
Asumamos que tenemos tres instancias en nuestro ser: el cuerpo físico, el alma, y el espíritu.
Esta última, el espíritu, incorruptible, inmemorial, impoluta, conexión directa del Creador, en un plano superior a los otros dos. recoge las experiencias vividas y al volver al orígen las fusiona con el Todo.
El primero, el cuerpo físico, aquel envoltorio que tan bien conocemos y que tanto cuidamos y mantenemos, pensando que es lo único, y lo que vale. Cuando en realidad es todo lo contrario: efímero pedazo de materia que mantenido forme por un instante insignificante de la temporalidad, sólo sirve para acercanos y contactarnos con este nivel de la materia. El mundo de lo físico, de lo sensorial, de lo temporal.
El segundo, el alma, es aquella a la que se refirió ese casual escritor con su título: Cuando el alma se pudre. ¿Porqué me ha significado tanto a mi?, pues por que sencillamente es esa alma la identidad de nuestro ser. El alma, inmaterial como es, comprendida en un plano etéreo que comunicase directamente con espíritu y cuerpo, sirve de intérprete y reservorio de los conocimientos, experiencias, vivencias, sensaciones, sentimientos, pensamientos y anhelos de nuestra mente material, de nuestro cuerpo material. En tanto no retorne al orígen nuestro espíritu, el alma es el elemento común en nuestro camino temporal por la Creación, es el hilo conductor de nuestra existencia transcendente y atemporal.
Pensar que ese conductor se haya podrido, es simplemente dramático, quita la esperanza de la vida, nos plantea nuevamente el dilema entre lo bueno y lo malo, el bien y el mal. Si el alma se corrompe y se pudre, ¿habrá esperanza para ella, habrá esperanza para nuestro ser trascendente? ¿Existirá la redención, la cura, el purgatorio, la expiación?
Si el alma se pudre, ¿habrá tenido razón de ser la Creación? ¿Cuantas almas se pudrirán remediable o irremediablemente?
En fin, un título -cuando el alma se pudre- que vuelvo a repetir, me hizo pensar. Más aún, cuando uno ve tanta maldad en el mundo, tanta ambición, tanta angurria, tanto desenfreno, tanto odio, tanto abuso, tanto de cosas tan malas que parecería que lo bueno es tan malo, que por malo no valdría nada.
Internet
Es terrible el solo pensar que dadas las circunstancias pueda suceder tan escalofriante situación, ya desatados en hacer el mal a nuestros congéneres. A tal grado de negatividad puede llegar el ser humano que a base de costumbre de hacer el mal, termine por no darse cuenta y vaya avanzando en su crueldad para lastimar a seres humanos a diestra y siniestra. Por desgracia una misma conoce situaciones en las que por un mal entendido o problema, las personas se odian a tal grado que quieren estremecer la vida y entorno del otro como si quisieran acabar con ellos. Ahí en ese preciso instante es cuando se puede decir que esos seres tienen el alma podrida. La vida no se trata de exterminarnos unos a otros sino de perdonarnos, dejar en paz a los demás y así de esa manera obtener la paz tan anhelada para todas las partes. Ojalá y entendamos todos a tiempo y no seámos de esos seres tan abominable.
ResponderEliminar