Tropezar....no es malo......, encariñarse con la piedra sí. De todas maneras, menos mal que existen las piedras y que somos humanos, porque no hay nada que nos defina tan bien como nuestra capacidad para superar las dificultades.
Nosotros lidiamos con la vida, despacio y dando bocanadas, pidiendo más y contando hasta tres. Por muy difíciles que se pongan las cosas somos capaces de hacer de nuestro miedo un escudo de valentía.
Lo que aprendemos con el tiempo…
La vida es tan buena maestra que si no aprendemos la lección, nos la repite. Por esta razón, muchas veces tenemos que lidiar con la desesperación y la frustración de que nada va bien, No existen manuales de supervivencia, pues a vivir aprendemos cuando el fuego toca nuestra piel.
Con el tiempo aprendemos a manejarnos por la vida, a saber dónde pisar y a tomar perspectiva. Jorge Luis Borges nos legó este bonito texto que ejemplifica todo aquello que aprendemos “practicando” eso del vivir, es decir, tropezando y levantándonos una y mil veces:
Con el tiempo aprendí la sutil diferencia que hay entre tomar la mano de alguien y encadenar un alma. Con el tiempo aprendí que el amor no significa apoyarse en alguien y que la compañía no significa seguridad.
Con el tiempo…empecé a entender que los besos no son contratos, ni los regalos promesas.
Con el tiempo aprendí que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. Con el tiempo…te das cuenta de que casarse solo porque “ya urge” es una clara advertencia de que tu matrimonio será un fracaso.
Con el tiempo te das cuenta de que si estas al lado de esa persona solo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.
Con el tiempo te das cuenta de que los amigos verdaderos valen mucho más que cualquier cantidad de dinero. Con el tiempo entendí que los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de la mano, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado solo de amistades falsas.
Con el tiempo aprendí que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida. Con el tiempo aprendí que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es solo de almas grandes…
Con el tiempo comprendí que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual. Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir. Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona, es irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.
Con el tiempo aprendía construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana, es demasiado incierto para hacer planes.
Con el tiempo comprendí que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añoraras terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.
Con el tiempo aprendí que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo…. ante una tumba…, ya no tiene ningún sentido…
Pero infortunadamente…esto solo lo entendemos con el tiempo.
Maduramos más con los daños que con los años
No es el tiempo el que nos hace entender que las derrotas merecen que miremos de frente y nos sintamos orgullosos de nosotros mismos. Son los daños y las punzadas en el estómago los que le dan la vuelta a nuestro mundo y desmantelan nuestra vida.
Con los daños aprendemos a resistir a lo que nos aprisiona, a pelear contra la fuerza de nuestros prejuicios, a dejar de lado nuestras ganas de rendirnos, a abandonar la queja, a hablar con nosotros mismos, a comprender la envidia, a deshacernos de modas y a descansar.
*** Cuando tropiezas y cuando sufres te das cuenta de que todo llega, todo pasa y todo se transforma. Y es que, por paradójico que resulte, el momento en el que empezamos a cambiar coincide con aquel en el que empezamos a aceptarnos tal y como somos. ***
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