El sentimiento de nostalgia es tan común que, a veces, tenemos la idea inconsciente de que tiene que estar ahí como algo inherente a lo que somos. Es por eso por lo que todo el mundo se puede identificar con ella: vivimos con la nostalgia de algo a cuestas, la paseamos, bailamos con ella y la acariciamos más cuando llueve. Como si en los díastristes, donde se ve menos, ella se dejara ver más.
Sentimos nostalgia de alguien, de algo, de un pasado que no es presente y quisiéramos que lo fuese. También podemos sentir nostalgia del presente que no es y que tampoco fue. Somos nostalgia de momentos, de detalles, de caricias, de palabras…. En definitiva la nostalgia es tan real como podemos serlo nosotros y por eso nos llega tan dentro.
A veces la nostalgia es tan grande que somos nostalgia.
Leí hace unos días un artículo en que el autor decía que nuestro pasado es como un país extraño del que hemos sido exiliados y, entonces, como aquel que ha sufrido alguna vez el exilio y tiene frío, a veces queremos volver y buscar el calor. En este sentido, el exilio figurado puede ser muy lejano, lejano o casi simultáneo a tu presente.
Creo que todo esto verdad: mientras la nostalgia no llegue a la melancolía prolongada, querer volver de vez en cuando es una forma más de saber lo que somos a partir de lo que fuímos. No quiere decir esto que no queramos vivir el presente o que nos encontremos mal en él, sino que nos reconocemos y somos conscientes de lo que hemos vivido.
“A veces la nostalgia es tan grande que es más que un sentimiento. La gente es nostalgia. Es vivir para encontrar en la mirada de una persona en todos los rincones improbables, confundir cabellos, bocas, perfumes. Sonreír con los labios con el corazón sofocado.”
La gente es nostalgia como dice el escritor portugués porque echar en falta una minúscula cosa ya la hace grande. Porque esta minúscula cosa es ausencia y la necesitamos con todo nuestro ser. Por eso somos nostalgia: porque, como en el amor, no podemos sentir nostalgia a medias y nos acompaña en todos nuestros gestos.
Las dos caras de la nostalgia
Lo cierto es que la nostalgia, al igual que la gran mayoría de las cosas de esta vida, tiene dos caras. Cuando escuchamos la palabra nostalgia entendemos enseguida que nos acercamos a algo triste y dulce al mismo tiempo.
Echar de menos a tu familia, a tus amigos o tu pareja por ejemplo es sentirte desprotegido momentáneamente; pero, también es un abrazo cuando esa falta equivale a saber a quién tenemos y a quién queremos de verdad con nosotros.
Es verdad que nos solemos quedar con la cara melancólica de la nostalgia y más cuando nos encontramos en estaciones del año como otoño-invierno, con las que más la identificamos. Sin embargo, es de valientes entender que la nostalgia es ausencia de algo que mereció o merece la pena, que fue o es bonito, que nos hizo o nos hace felices.
Y digo de valientes porque si es una ausencia permanente es difícil entender la necesidad de ver las nostalgia como el precio de las cosas más hermosas. Porque nunca nada nos hará sentir nostalgia si no llevara consigo la certeza de una felicidad realizada, probable o coexistente.
Y, por contra y por encima de todo ello, debemos quedarnos con la cara de la nostalgia que nos llena, que nos hace partícipes del mundo y que nos demuestra que estamos viviéndolo de verdad, a pesar de sus consecuencias…
Cristina Medina Gomez
*** Leí hace unos días un artículo en que el autor decía que nuestro pasado es como un país extraño del que hemos sido exiliados y, entonces, como aquel que ha sufrido alguna vez el exilio y tiene frío, a veces queremos volver y buscar el calor. En este sentido, el exilio figurado puede ser muy lejano, lejano o casi simultáneo a tu presente. ***
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